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Módulo 1
Equidad de género

Módulo 2
Interculturalidad

Módulo 3
Ciudadanía

Otras dinámicas

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Presentación y Metodología
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Principios orientadores

La maleta pedagógica es un equipaje conformado por un conjunto de herramientas técnicas diseñadas y orientadas a la transformación de prácticas vigentes que impiden y dificultan la emergencia de una mayor equidad entre hombres y mujeres, una sana convivencia pacífica entre individuos y colectivos de diferentes culturas y un mayor compromiso y solidaridad en la defensa de nuestros derechos, los de nuestros vecinos y vecinas, los de ciudadanos y ciudadanas de otros países, afectando con ello, la profundización de la justicia, la libertad y la democracia y la participación ciudadana.

Creemos que estas prácticas son fruto de nuestro pensamiento, de nuestras creencias, de los marcos reducidos en que tradicionalmente hemos sido socializados, de los prejuicios con los que pensamos y nos relacionamos como individuos y colectivos pertenecientes a una cultura estableciendo relaciones cargadas de estereotipos con otros individuos y colectivos que consideramos que piensan y se relacionan de forma diferente, o del desconocimiento y pasividad con que nos relacionamos en el ejercicio de nuestros derechos a nivel local y en otras latitudes del planeta.

Pensamos que estas prácticas derivadas de las certezas con las que pensamos al “otro” a “la otra” que pueden tomar la forma de “hombre”, “mujer”, “homosexual”, “transexual”, “catalán/a”, “inglés,/a”, “chino/a”, “paquistaní”, “africano/a”, “brasileño/a”, “ruso/a”, “colombiano/a”, etc., son reproducidas en nuestra vida cotidiana con nuestras palabras y acciones, cuando convivimos en nuestra vida diaria, con nuestras familias, parejas, amigos y amigas, en el trabajo, en la calle, en la escuela, en los organismos públicos. Son fruto de un sistema social y cultural, enriquecido por todo lo que consideramos como valores culturales, pero también limitado, que nos proyecta pero que también nos constriñe.
Ese sistema nos impone roles predefinidos en el cual se nos exige enmarcarnos, roles que reproducen diferencias en desigualdades, nos impone estereotipos y prejuicios sobre individuos y colectivos de otras culturas, reproduciendo formas de discriminación e injusticia, y, finalmente, nos limita en el compromiso con el ejercicio de nuestros derechos local y globalmente.

Es decir, entendemos por ejemplo, que las formas de ser hoy hombres, mujeres o asumir otras formas de identidad sexual, no siempre fueron iguales ni surgieron de forma natural o espontánea, han experimentado transformaciones en el transcurso de diferentes períodos históricos, en la medida en que se introdujeron nuevas prácticas y nuevas exigencias. Muchas de estas prácticas fueron forzadas por los movimientos feministas y es necesario reconocer que gracias a estas reivindicaciones, las mujeres tienen hoy una mayor igualdad en cuanto a derechos, al igual que los hombres.

Así mismo, históricamente a lo largo de diferentes períodos, las culturas también han constituido diferentes formas de relacionarse que no han permanecido inmutables ni estables. Por ejemplo en el transcurso del tiempo, se torna evidente los conflictos entre diferentes culturas, en que las unas intentaban imponerse sobre las otras basadas en concepciones autoritarias o de superioridad como modelo de civilización, que circularon en esos períodos con sus consecuentes prácticas sociales. Sin embargo, también surgieron nuevas prácticas, por ejemplo, surgieron los Estados como sistemas políticos, los sistemas comunistas, las democracias, el derechos internacional, etc. Esas prácticas no surgieron de forma natural, sino que se fueron constituyendo a partir de las inconformidades de diferentes colectivos, fueron fruto de iniciativas individuales y colectivas que se movilizaron de forma intencional hacia la constitución y logro de tales propósitos, hacia la transformación de los individuos y las sociedades, fueron fruto del aprendizaje sobre las concepciones erróneas del pasado, pero también fruto de enormes reivindicaciones sociales.

Así mismo, entendemos que la ciudadanía no existe de forma natural, se habla de ciudadanía a partir del supuesto de que existen los Estados de Derecho o formas de derecho internacional. Tenemos la convicción de que ser ciudadano o ciudadana tampoco deviene de un proceso natural ni espontáneo sino que deben insertarse en el sistema social los mecanismos que nos construyan como tales. En ese sentido, decimos que la ciudadanía es una construcción social, es decir, que existe en las actuales condiciones tal como se ejerce porque hay unos mecanismos y dispositivos sociales que la constituyen y la reproducen como tal y, si queremos que sea distinta, hay que introducir otros mecanismos y dispositivos sociales que la constituyan en otro sentido, para que sea distinta.

En definitiva, las formas como nos constituimos como hombres, mujeres o cualquier otra identidad sexual, las formas como nos constituimos como individuos y colectivos con un determinado marco cultural y sistema de creencias y las consecuentes relaciones que establecemos con personas con otros marcos culturales sistemas de creencias diferentes, o las formas como nos constituimos como individuos que participan activamente en el ejercicio de la ciudadanía local y global, son construcciones sociales y culturales, históricamente situadas, que reproducimos en la vida diaria y ante las cuales se nos impone como un imperativo ético y político, transformarlas cuando reproducen inequidades, desigualdades o contribuyen a la injusticia.

Proponemos así una metodología basada en la convicción de que estas prácticas son fruto de un sistema social y cultural, situado históricamente, es decir, socialmente construido y por lo tanto posible de transformar. Desde una concepción construccionista, reconocemos la importancia del lenguaje como formador de nuestro pensamiento, de nuestros sistemas de creencias que inevitablemente guían y constituyen nuestras prácticas y relaciones sociales.
Pretendemos contribuir a la desestabilización, problematización, reflexión y constitución de nuevas formas de pensar en relación con los tres temas que nos convocan: equidad de género, interculturalidad y ciudadanía. Al transformar nuestro pensamiento y problematizarlo en aquello que consideramos como normal o natural, inexorablemente se transformarán nuestras prácticas.
Somos conscientes que no es suficiente la transformación de las formas en que pensamos como individuos, también las instituciones sociales reproducen de manera sostenida estas prácticas: la familia, la empresa, las religiones, las asociaciones, las organizaciones del Estado, los medios de comunicación, el internet, etc. Así, nuestra responsabilidad se ha situado así en el sistema educativo, pues consideramos que tiene una gran relevancia tanto en la reproducción como la constitución de nuestro pensamiento y de nuestras relaciones; desde allí también se pueden difundir hacia toda la esfera social nuevas prácticas sociales.
La Maleta Pedagógica es así una herramienta de transformación en el sistema educativo que, con el compromiso de los y las docentes y actuando al lado de la experiencia de los/as docentes y de otras propuestas que ya vienen ejecutándose, pretende contribuir a que cambiemos las creencias básicas sobre las cuales desarrollamos prácticas sociales que reproducen formas de injusticia, inequidad o desigualdad.