La acción de la entidad se fundamenta en tres perspectivas que se articulan y que, atravesadas por el eje de género, se dirigen a conseguir que las mujeres, situadas en el centro de toda acción, como sujetos de su proceso, se empoderen.
La perspectiva de género
es transversal en la acción de Surt y orienta nuestra actividad. Incorporar el conocimiento que resulta de la investigación social feminista y la perspectiva de las mujeres en el diseño y la implementación de toda la acción de la entidad, nos permite identificar desigualdades que continúan marcando la participación social, económica y laboral de las mujeres.
Focalizamos la atención en las necesidades y experiencias de las mujeres y en los impactos diferenciados de las políticas y programas, desde una perspectiva feminista.
El enfoque de género está intrínsecamente vinculado al enfoque de derechos, orientado a promover y defender los Derechos Humanos, con especial énfasis a los derechos de las mujeres, supone, partir de los Derechos Humanos, individuales y colectivos, como marco de referencia, y situar la protección y garantía como fundamentos y herramientas de las políticas y la acción social.
El enfoque constructivista
Orienta toda actividad socioeducativa como una adquisición de capacidades a partir de las experiencias de la persona, no como una retención pasiva de contenidos disciplinarios. Entendemos que aprender consiste, fundamentalmente, al construir significados y atribuir sentido a aquello que se aprende a partir de la experiencia personal y de los conocimientos, sentimientos y valores con los cuales cada persona se aproxima a los contenidos y actividades que ha de adquirir y trabajar. Se construye, así, un conocimiento significativo, a partir de establecer relaciones entre aquello que se aprende, el que se sabe y el entorno y de facilitar la transferencia de estos conocimientos y experiencias a contextos diferentes de aquellos en que se han aprendido o realizado.
Modelo centrado en el desarrollo de competencias
Ponemos el acento al desarrollar las capacidades y recursos personales necesarios para dar solidez al proceso de inserción que inicia la mujer, a partir de potenciar su capacitado de autoaprendizaje y transferencia al contexto laboral de las competencias adquiridas y desarrolladas en una multiplicidad de ámbitos de aprendizaje.
Para estudiar, comprender y responder a las formas en las que el género se entrecruza con otras identidades y como estos cruzamientos contribuyen a experiencias únicas de opresión y privilegio, adoptamos la interseccionalidad como herramienta analítica.
El racismo, el patriarcado, la opresión de clase y otros sistemas de discriminación crean desigualdades que estructuran las posiciones relativas de las mujeres. Aun así, la situación individual de una mujer no se puede comprender únicamente como una suma de los varios ejes de desigualdad, sino como la concreción específica de los diversos ejes combinados en un contexto histórico, social y político determinado y la manifestación en su biografía personal.
Las metodologías dirigidas a desarrollar las competencias están estrechamente vinculadas a la perspectiva de género en la práctica de la entidad, puesto que facilitan dar valor a los aprendizajes realizados por las mujeres en ámbitos no formales, que tienen que ver, básicamente, con las responsabilidades de cura de las personas y con la organización de este espacio. Así, se hace visible el valor social del trabajo de las mujeres en el ámbito reproductivo y se invierte la dinámica de desvalorización sistemática presente en el imaginario y la práctica socialmente dominantes. Mediante la metodología de competencias, estos aprendizajes se hacen visibles y, sobre todo, adquieren valor como capacidades (competencias) significativas en el ámbito laboral.
Desde el modelo de competencias que proponemos, la competencia profesional es el resultado de combinar y movilizar de manera específica los recursos personales, las propias competencias (capacidades, habilidades, destrezas, conocimientos…), un patrimonio que cada cual organiza y articula de manera particular y que, aplicado a un contexto laboral, se convierte en competencia profesional.
Perspectiva intercultural
Actuamos desde el reconocimiento recíproco de las diferencias culturales que encontramos en las relaciones sociales. Cuando hablamos de perspectiva o competencia intercultural, nos referimos a los conocimientos, habilidades y actitudes que se requieren para trabajar en contextos de multiculturalidad significativa que piden entender, comprender y dar respuestas adecuadas, tanto de carácter profesional como interpersonales y afectivas, a personas culturalmente diferentes a nosotros.
La diversidad es inherente a los derechos de las personas e incorporarla como valor es determinante para lograr la convivencia en equidad.
Desde esta perspectiva, las relaciones de género son también relaciones interculturales, en cuanto que relaciones estructurales y estructurantes de identidades. Esto supone incorporar a la intervención profesional de Surt la existencia de diferencias significativas en la identidad de las mujeres y en sus realidades socioculturales. Una diversidad que requiere de reconocimiento específico, de aproximación cultural, de diálogo y de mediación que faciliten encontrar espacios comunes que no impliquen la renuncia a ser quién somos y a los propios valores.
En el núcleo de los ejes que fundamentan la acción de Surt, está la estrategia de empoderamiento. El empoderamiento es el eje transversal que articula nuestros ámbitos de acción a la vez que la filosofía que impregna las metodologías de trabajo.
La estrategia de empoderamiento
Es un modelo holístico, facilita una visión integral de las dinámicas personales y profesionales y se estructura en cuatro «momentos»:
- Parte de la exploración vital del pasado y el presente, para trabajar expectativas, motivaciones, valores y creencias, roles y patrones.
- Explora el entorno para identificar los elementos clave del contexto, los obstáculos y las oportunidades, tanto en relación al contexto vital como al contexto social. Analiza las diversas esferas vitales de la persona e identifica como se sitúa ante cada una, el grado de satisfacción y los objetivos de cambio que se propone.
- Recupera recursos, a partir de identificar capacidades y competencias personales extraídas de las propias experiencias vitales y profesionales, para ponerlas en valor y construir, así, una imagen propia realista y positiva.
- Define el propio proyecto vital y profesional como estrategia de proyección, experimentación y toma de decisiones, en el presente y hacia el futuro, a partir de las capacidades y competencias recuperadas y adquiridas en el proceso.
Se cierra, así, un ciclo que es dinámico, de retroalimentación sistemática, que facilita la construcción de capacidades y competencias, en un proceso en que las mujeres son agentes activas de su futuro.